Yo creía que la fiesta nacional eran los toros. No digamos ahora que estamos en plena feria del Pilar y que todas las tardes debe haber unas corridas estupendas, aunque servidora no practique la afición. También pensaba que se llamaba fiesta nacional al 18 de julio de la época franquista. Un término que con el paso de los años cayó en desuso; precisamente porque estaba muy cargado de contenido, muy escorado a la derecha para navegar con buen rumbo. Asimismo, estaba convencida de que el 12 de octubre siempre ha sido, y espero que sigamos por ahí, la fiesta de la Hispanidad. Un término amplio, de hermanamiento con los países de habla hispana y mucho más universal que el concepto nación. Y, por supuesto, el 12 de octubre es el día del Pilar, las fiestas de Zaragoza que por extensión, y porque somos así de chulos, la compartimos con el resto del país y con nuestros amigos americanos.
Pero llega Rajoy y con sus dos minutos de discurso alucinante nos cambia todo de lugar, nos arma un lío tremendo y nos estropea la fiesta. No sé qué mosca le ha picado a este hombre que nos está fastidiando los “Pilares” a los aragoneses, con esas obviedades de Perogrullo que no vienen a cuento. Su alocución a los españoles usurpa el papel del Rey. Habla con una puesta en escena igualita a la del jefe del Estado en su clásico discurso de Nochebuena. No tiene mucho sentido hoy en día arengar a las masas diciendo cosas como: “Somos una nación”, “Yo estoy orgulloso de ser español”, “vamos a honrar y recibir nuestra bandera”, “feliz día de la nación española”, “manifestemos nuestro orgullo patrio con algún gesto de forma individual, en casa, con la familia, con los amigos...”. ¿Querrá que vayamos con la bandera y el himno a tomar tapas o a los conciertos de rock? ¡La que se puede armar si le hacemos caso! Lo peor de todo es que la vicepresidenta Fernández de la Vega le sigue el juego patriótico y se suma a la exaltación de un españolismo rancio e innecesario. Sinceramente, creo que es mejor que el 12 de octubre se siga llamando Fiesta de la Hispanidad, porque cabe el peligro de que en cualquier esquina nos topemos con algún entusiasta que grite “¡Arriba España”! con el brazo en alto, y eso sí que no tendría ninguna gracia.
12 de octubre de 2007
sábado, 5 de enero de 2008
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